Soy un auténtico experto en mosquitos. Me he curtido en mil batallas con ellos desde que empecé a veranear en campings siendo bien pequeñito. De hecho, siempre me han dicho que mi ‘primer’ verano estuve en un camping de León mientras mi madre estaba embarazada. Durante años seguimos yendo al mismo lugar, un camping a la antigua usanza que poco se parecía a los de ahora con todas las comodidades.
Para ducharse y demás había unos barracones metálicos apenas iluminados que parecían sacados de alguna película de terror. El camping, más bien acampada, no tenía parcelas, sino que cada campista llegaba y se ponía donde buenamente podía. A mi padre le gustaba la zona del río que, sin duda, tenía las mejores vistas, pero también unos invitados sorpresa que no faltaban a su cita cuando caía el sol: los mosquitos.
Todo lo que sé sobre estos chupasangres me lo enseño mi padre. Lo primero a protegernos. Durante aquellos primeros años, teníamos una tienda de campaña y poníamos unas mosquiteras baratas en las zonas más delicadas para evitar que los mosquitos penetraran sobre todo en las zonas de dormir. Porque como se te metiera uno por la noche te acribillaba. Y si lo escuchabas revolotear con su amenazante zumbido entonces había que encender la luz y revisarlo todo hasta dar con él.
Yo siempre he sido de sueño ligero así que era uno de los primeros de la familia en detectar que un objeto volador no identificado había cruzado la primera estructura de defensa formada por las mosquiteras baratas y entonces me ponía en contacto con el comandante en jefe para que procediera a liquidarlo. Fue entonces cuando yo empecé a desarrollar también una habilidad para ver el vuelo del mosquito que a menudo es difícil de distinguir.
Ahora ya no voy a los campings a veranear, pero cuando algún mosquito se cuela en las habitaciones de algún hotel o de la propia casa, mi mujer me llama sabiendo que soy un infalible cazador de chupasangres: el truco está en la paciencia y en que el golpe sea seco y definitivo. Y a dormir otra vez seguros de que no nos levantaremos con las temidas ronchas.